Por Javier Ojer Alonso
(Responsable Comunicación CCOO-Policía Foral)
El paso del
tiempo es inevitable para todo el mundo; también para quienes formamos parte de
un cuerpo policial. Es lo que tiene ir cumpliendo años. Para cuando te quieres
dar cuenta estás ya enfilando una nueva década; esa que te hace mirar atrás y
ver que el tiempo consumido hasta la fecha ya es como para tenerlo en cuenta. Y
en esas estamos en la Policía Foral de Navarra. Vamos cumpliendo años, el
servicio público cada vez cuenta con más canas a sus espaldas –valga la expresión-
y el ansiado rejuvenecimiento de las plantillas no termina de llegar, y mucho
me temo que no llegará a tiempo.
Pues sí, la
Policía Foral repite irremediablemente el esquema de la pirámide poblacional de
nuestro país. La foral se hace mayor y no parece que nadie pueda evitarlo a
corto o medio plazo, aunque aquí los políticos sí tendrían mucho que decir y,
sobretodo, hacer; más que las buenas palabras, deseos y pronunciamientos que no
dejan de ser eso, brindis al sol. Toma de decisiones y acción inmediata.
Decía la
Cámara de Comptos en su Informe de Fiscalización de la Policía Foral del año
2013 que nuestra organización tenía una edad media elevada. Aportaba una serie
de datos sobre la edad de nuestro capital humano policial, cuando menos
preocupante. Ya por aquel entonces, 2013, se ponía encima de la mesa que en
cinco años, esto es, hoy mismo, el 37% de la plantilla tendría más de 50 años.
Sí, lo han leído bien, más de la tercera parte plantilla tiene hoy 50 años o
más, es decir, hoy Policía Foral tiene más de 400 personas con una edad
superior al medio siglo. Como para no ocuparnos y preocuparnos. Si hablamos de
aquellas que superan hoy los 55 años,
nos vamos a la friolera de casi 200, esto es, casi el 20% de la Policía.
Ahí no queda
la cosa. El Informe de Comptos ponía ya el acento en lo que seremos dentro de
cinco años, en 2023. En esas fechas, el 58% de los hombres y mujeres que
vestimos el uniforme rojo (630 policías) atesoraremos más de 50 años y el 33% llegaremos
ya a los 55 ó más (350 policías). Desde luego las cifras son lo que son. Por
mucho que haya quien quiera obviar lo evidente, la realidad, la cruda realidad
es la que es. Nos hacemos mayores, y el servicio público que ofrecemos puede
empezar a no ser todo lo óptimo como sería deseable.
Llegado este
momento, ¿qué se puede hacer para revertir esta situación…? En primer lugar,
apostar por la renovación de las plantillas del cuerpo autonómico con la
incorporación de nuevas promociones que garanticen la sostenibilidad de nuestro
servicio hacia la ciudadanía. ¿Cómo hacerlo…? Apostando de verdad con nuevas y
contundentes ofertas públicas de empleo. En segundo lugar, y directamente relacionado
con lo anterior, dar el empujón necesario para conseguir la anticipación de la
edad de jubilación de los policías y las policías forales. Un empujón que debe
encabezar el actual Gobierno de Navarra. Una reivindicación que desde CCOO se
lleva impulsando y abanderando desde hace más de una década y que ahora, cuando
más necesario es su reconocimiento, está paralizada por la inacción de un
gobierno, el navarro, y el otro, el español. Si hasta el mes de mayo pasado se
culpaba al Ministerio que dirigía el señor Cristóbal Montoro, ahora parece que
quien se toma su tiempo es el de su sucesora, Magdalena Valerio.
La inacción ha
dado paso a la aprobación el pasado viernes día 13 de diciembre del Real
Decreto que regula los coeficientes reductores aplicables a la edad de
jubilación de las policías locales. Tras este largo periplo, esperemos que, a
continuación, las policías autonómicas –entre ellas Policía Foral- también
obtengan este reconocimiento.
Ahora que en
España se está poniendo en duda el sistema público de pensiones y la propia
Seguridad Social, que nadie se lleve a engaño. La jubilación anticipada en el
ámbito policial es algo que no afecta al equilibrio financiero de este sistema
público, ya que se auto-sufraga con la cotización adicional que soportarán sus
correspondientes pagadores; en el caso de Policía Foral, la Administración
Foral y los propios y las propias policías.
El servicio
que prestamos a la ciudadanía es complejo, y en muchas ocasiones, difícil de
entender. Las condiciones personales y profesionales, la penosidad, la
peligrosidad y la incidencia de todas ellas en la salud repercuten directamente
en la calidad, eficacia y eficiencia de ese servicio que queremos dar a la
comunidad. Las ciudadanas y los ciudadanos se merecen unos servicios públicos
de calidad, que sean acordes con lo que un país como el nuestro debe ofrecer en
pleno siglo XXI. El servicio policial, reconocido en nuestro caso tanto por la
Carta Magna como por el Amejoramiento, no debe escapar de estos parámetros de
calidad y exigencia, y por extensión, debe estar a la altura de lo que se
espera de nosotros. Sólo así, con seriedad y profunda dedicación a la
ciudadanía es como veremos reconocida nuestra profesión.
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